segunda-feira, 13 de abril de 2009

El FMI se está comportando de manera esquizofrénica


Domingo, 5 de Abril de 2009
REPORTAJE A JAMES K. GALBRAITH


El profesor de la Universidad de Texas e hijo de John K. Galbraith, uno de los economistas más influyentes de Estados Unidos durante la posguerra, James K. Galbraith dialogó con Cash para analizar la crisis global y los resultados de la Cumbre del G-20 en Londres.


Por Tomás Lukin

Los presidentes que participaron de la Cumbre del G-20 en Londres dictaron la sentencia de muerte del Consenso de Washington, anunciaron el comienzo de un nuevo orden económico mundial, decretaron el fin del secreto bancario, prometieron más regulación y triplicaron los fondos prestables del Fondo Monetario Internacional. Para el profesor de la Universidad de Texas James K. Galbraith, hijo de uno de los economistas más influyente de Estados Unidos durante la posguerra, las medidas propuestas son insuficientes para hacer frente a una crisis que no va a terminar pronto. En una entrevista telefónica con Cash propuso destinar más dinero para impulsar una mayor inversión pública, cuyo objetivo debería ser la creación de puestos de trabajo. También reclamó una reforma del FMI y explicó que reglas más duras no resuelven los actuales problemas del sistema financiero. El hijo de John K. Galbraith consideró que las corrientes económicas dominantes están “acabadas”.

El G-20 decidió triplicar los fondos prestables del FMI, ¿supone que servirá para ponerle un piso a la crisis?

–Es una medida interesante, pero insuficiente. Es necesaria una reforma significativa en las condicionalidades y la estructura de poder de ese organismo multilateral. No sirve otorgarle un préstamo a Lituania si vas a exigirle que aplique políticas contractivas, cuando es evidente que lo que se necesitan son políticas expansivas. El FMI se está comportando de manera esquizofrénica. Hay un cambio de discurso en las esferas directivas que es destacable, pero al momento de prestarles a los países en desarrollo continúa aplicando la misma fórmula vieja. El hecho de que los directores del organismo se empiecen a elegir por mérito y no a dedo implica la admisión, el reconocimiento, de que el criterio de la excelencia profesional no fue el que gobernó el organismo en el pasado.


Algunos presidentes que participaron de la Cumbre en Londres aseguraron que se había logrado la “mayor reforma del sistema financiero desde Bretton Woods”. ¿Usted qué piensa?

–Eso es más bien una declaración sobre cuán desesperadamente se requiere una reforma financiera y cuán poco se hizo en los últimos 63 años. Las medidas que se tomaron, por ejemplo con respecto a los paraísos fiscales, son muy débiles. Los paraísos fiscales deberían dejar de funcionar. No hay forma de justificar el funcionamiento de estos refugios en la escala que lo hacen hoy. Además, por qué un gobierno debería rescatar una empresa que los está usando para no pagar impuestos y evadir regulaciones. No me parece que el G-20 haya recibido la atención que merece de parte de los Estados Unidos. Nuestro gobierno está más concentrado en las políticas domésticas antes que en la acción internacional coordinada. Hay que quebrar el monopolio del FMI y el Consenso de Washington. Los países en desarrollo necesitan tener un acercamiento común a la crisis y las instituciones internacionales deberían ayudar a estas economías como regiones y no como países individuales.

¿Considera que un marco regulatorio más duro y extensivo a todos los instrumentos financieros es una solución al problema?

–Creo que si queremos tener un sistema que funcione, será uno más regulado. Pero es un error considerar que se puede pasar un sistema que funcione simplemente mediante regulaciones más efectivas. Primero tenemos que resolver el colapso de las instituciones existentes. Tenemos un sistema financiero que es demasiado grande y necesita achicarse en forma ordenada. Poseer los bancos más grandes del mundo no nos da ningún beneficio. Las entidades que fueron mal administradas deberían ser las que sientan el ajuste. El sector bancario debe reducirse, como ha sucedido en Argentina y Brasil luego de las crisis, y esto no es malo. Pero hay que darse cuenta de que esto no se resuelve con un marco regulatorio que debería haber existido desde siempre.


¿Por qué no están teniendo éxito los rescates lanzados por las autoridades de Estados Unidos?

–El “éxito”, entendido como el reestablecimiento del crédito en términos similares a los que había antes del crac, no va a suceder hasta que los empresarios y propietarios puedan volver a pedir prestado. Y esto no va a pasar pronto. La idea de que se puede solucionar el problema dándoles plata a los bancos para que lo presten es un error muy profundo. Tiene que surgir otra forma de generar puestos de trabajo que no dependa de las burbujas especulativas, de los préstamos riesgosos.

¿Cuál sería entonces una respuesta adecuada?

–Más inversión pública, más empleo público, una red de seguridad social más fuerte, medidas que restauren la situación patrimonial de los más afectados antes que hacerlo a través de las instituciones financieras. Se necesita una intervención pública mucho más importante. Reducir los impuestos sobre los pobres y extender el acceso a la salud. Hay que extender el seguro social y sus beneficios. Las críticas a las iniciativas públicas que enfatizan el costo que generan están erradas. El gasto público sirve para ponerle un piso a la crisis. Estamos frente a un re-reconocimiento del rol que el gobierno debe jugar cuando el sector privado no cumple las funciones que usualmente se le asignan.


¿Quiere decir que el Estado debe jugar un rol relevante cuando el sector privado no lo cumple y hacerse a un lado cuando sí lo hace?

–No quiero decir eso, pero el gobierno tiene que intervenir cuando el sector privado está colapsando. Va a pasar un tiempo muy largo hasta que el sector privado pueda cumplir el rol que desempeñó durante los últimos treinta años. Y no es deseable volver a ese mundo. Tenemos otros desafíos que enfrentar, principalmente en temas de energía y medioambiente. Va a ser necesario construir empresas mixtas para enfrentar esta situación. En Estados Unidos tenemos un grave problema con la energía que no es sostenible, y éste podría ser un gran proyecto para crear trabajo.

¿Cómo sería ese proceso que describe?

–Entre 1930 y 1970, tras el cataclismo de la Gran Depresión, había una mirada mucho más sensible del rol que cumplían el sector público y el privado. Después de 1970 se dio un proceso sistemático de borrar de la memoria esos temas. Pero creo que será muy difícil borrarla una segunda vez. La inestabilidad del sistema financiero ha quedado establecida y quedó claro que un sistema bancario desregulado es la fórmula para el desastre. Nadie va a prestar atención a las teorías que nos trajeron hasta acá; están acabadas. Es la gente que se pasó los últimos 20 años diciéndonos que lo que está pasando no podía suceder. Hubo un tiempo en el que se los trató como grandes pensadores, pero no serán recordados como tales.

Sostiene que las corrientes económicas dominantes están acabadas, pero en las universidades esas teorías son casi lo único que se enseña y los medios continúan consultando a sus voceros.

–Se siguen aplicando sus teorías, pero el hecho de que me haya hecho esta pregunta tan entrada la entrevista es una prueba de cuánto se han hundido estas ideas durante la crisis. Sus ideas no tienen más credibilidad. Las universidades son el último lugar que se ajusta a la realidad; quedaron aisladas. Los Departamentos de Economía se convirtieron en reductos sellados donde los economistas neoliberales hablan entre ellos, pero su poder de influencia se está hundiendo. Las autoridades universitarias deberían cuestionarse algunas cosas. Por ejemplo, para qué fondear un Departamento de Economía cuyas teorías no conciben la posibilidad de una crisis global. Cuál es la función social que cumple una institución de este tipo si todo lo que se enseña no tiene ni una relación con los problemas que estamos enfrentando. Hay que reformar los Departamentos de Economía para darle lugar a la gente que trabaja estos temas y que ha sido excluida por mucho tiempo en todo el mundo.


El año pasado planteó que el Gobierno debía tener 200 mil millones de dólares para comprar acciones preferenciales y algo muy parecido sucedió. ¿Luego de los rescates del Citi y AIG, todavía le parece una alternativa viable?

–Yo no pondría más dinero en esas compañías. En septiembre del año pasado la alternativa era usar el dinero para comprar los activos malos o comprar acciones y convertirse en propietarios directos. Y esta última opción parecía la mejor. Pero hoy no estoy convencido de que haya sido un paso necesario, pero sí se puede decir que no fue tan malo como comprar los activos tóxicos.

¿Le preocupa el abultado déficit que presenta Estados Unidos?

–No, un no rotundo. Nuestro déficit presupuestario supera el billón de dólares y esto será la principal razón por la cual se frene la caída libre de la economía. No nos sacará de la crisis, pero al menos suministrará un piso. Hay que preocuparse para que el déficit sea lo suficientemente grande como para que esto suceda. Eso es lo único. Si fuera pequeño estaríamos en problemas. El único asunto a observar es qué sucede con el dólar.

¿Es posible abandonar el dólar como moneda de reserva internacional y comenzar a utilizar los Derechos Especiales de Giro del FMI, como propone el gobierno chino?

–Por ahora, y en un futuro cercano, el dólar es el rey. La gente los demanda, ahorra, quiere títulos del Tesoro. Es más, el dólar se ha estado apreciando con demasiada velocidad, golpeando nuestras exportaciones. Tener una segunda fuente de liquidez como los DEG puede servir para el desarrollo y la estabilización de la economía mundial. Pero hay que analizar detenidamente cómo utilizarlos de forma constructiva. Los DEG no deberían competir con los dólares sino complementarlos, ofreciéndole al sector público la posibilidad de estimular la demanda efectiva y así financiarse. Pero los flujos comerciales seguirán bajo la esfera del dólar simplemente porque no creo que el mundo quiera utilizar el euro como alternativa.