Bruno Lima Rocha, Domingo 29 de marzo, 2009, para la Revista Digital Resistir, desde San Cristóbal, Estado Táchira, oeste de Venezuela
Brasil tendría un ataque de nervios si el ambiente de
espionaje colectivo fuese conocido por la población. Por
suerte o azar de los brasileros, las carencias cognitivas
impiden la comprensión del ambiente de espionaje política
o empresarial. Si fuéramos a definir con rigor de conceptos
la conducta de los políticos profesionales, este país sería
una cleptocracia. Y, operando al lado, en contra y sobre la
tutela del gobierno de turno, la comunidad de la
información está en el centro del problema. El término o
concepto del autor inglés John Le Carré, “espiocracia”, es
perfectamente aplicable en el Brasil.
Digo esto, porque, por obligación profesional,
acompaño diariamente las prisiones y procesos,
operaciones contra los consorcios político-empresariales
brasileros. La herramienta represiva del Estado y de la
Policía Federal (PF), una fuerza de seguridad civil,
investigativa, del tipo policía judicial francesa y con
moldes del FBI estadounidense. En la PF, por ejemplo,
todos los funcionarios entran mediante concurso público y
tienen diploma universitario como condición de entrada.
Volviendo a las acciones represivas contra las élites, la
última Operación, llamada “Castillo de Arena”, afectó en el
hígado una de las cinco mayores empresas de construcción
civil, la Camargo Corrrêa.
Podemos interpretar esa operación como una
vigilancia necesaria del Estado contra operadores de élite
que incurren en crímenes en todo momento. Como se sabe,
las empresas de construcción civil son grandes
contribuyentes en las campañas políticas.
Y, no por casualidad, son todas contratadas en
obras públicas. Están penalizando una empresa más
contratista del propio Estado.
Antes, el día 11 de Marzo, la mayor revista mensual
brasileña, llamada “Veja”, de la editora Abril, (Grupo
Civita, complejo editorial que está sobre sospecha de
petenecer al Grupo Naspers, sud-africano), puso en la
portada un entrecomillado: “Sin límites!”. Donde
supuestamente un comisario de la PF estaba pasando de
investigador de un banquero bandido (Daniel Dantas, socio
del City Bank Group en Brasil) a investigado. La nota
defendía, de forma indirecta, el crimen de élite, y penaba a
los funcionarios públicos que querían penalizar a los
empresarios bandidos. Esto es puro palangrismo, cuando
los medios comerciales defienden sus socios sobre
sospecha de crimen financiero.
Todos nosotros quedamos contentos al ver ricos
esposados. El problema es que esa gente nunca queda presa
y sus bienes no son expropiados. Eso lleva a una situación
límite. Lo que restó de la izquierda electoral tiene como
base ideológica un discurso republicano y jacobino. Es un
error. No da para apostar en el conflicto de clases y tener
como referente político a un comisario de policía. En el
caso, el comisario es el muy capaz y honesto Protógenes
Queiroz, enemigo número uno de los bandidos de traje y
corbata. Y, como estos malhechores están sumidos en el
aparato del Estado, el comisario de la PF pasa de
investigador a investigado. Una parte de la izquierda
brasilera, al defender al noble comisario, cambia de héroe.
Sale el Che Guevara y entra en el Sérpico. Así no se
transforma a la sociedad.
Brasil tendría un ataque de nervios si el ambiente de
espionaje colectivo fuese conocido por la población. Por
suerte o azar de los brasileros, las carencias cognitivas
impiden la comprensión del ambiente de espionaje política
o empresarial. Si fuéramos a definir con rigor de conceptos
la conducta de los políticos profesionales, este país sería
una cleptocracia. Y, operando al lado, en contra y sobre la
tutela del gobierno de turno, la comunidad de la
información está en el centro del problema. El término o
concepto del autor inglés John Le Carré, “espiocracia”, es
perfectamente aplicable en el Brasil.
Digo esto, porque, por obligación profesional,
acompaño diariamente las prisiones y procesos,
operaciones contra los consorcios político-empresariales
brasileros. La herramienta represiva del Estado y de la
Policía Federal (PF), una fuerza de seguridad civil,
investigativa, del tipo policía judicial francesa y con
moldes del FBI estadounidense. En la PF, por ejemplo,
todos los funcionarios entran mediante concurso público y
tienen diploma universitario como condición de entrada.
Volviendo a las acciones represivas contra las élites, la
última Operación, llamada “Castillo de Arena”, afectó en el
hígado una de las cinco mayores empresas de construcción
civil, la Camargo Corrrêa.
Podemos interpretar esa operación como una
vigilancia necesaria del Estado contra operadores de élite
que incurren en crímenes en todo momento. Como se sabe,
las empresas de construcción civil son grandes
contribuyentes en las campañas políticas.
Y, no por casualidad, son todas contratadas en
obras públicas. Están penalizando una empresa más
contratista del propio Estado.
Antes, el día 11 de Marzo, la mayor revista mensual
brasileña, llamada “Veja”, de la editora Abril, (Grupo
Civita, complejo editorial que está sobre sospecha de
petenecer al Grupo Naspers, sud-africano), puso en la
portada un entrecomillado: “Sin límites!”. Donde
supuestamente un comisario de la PF estaba pasando de
investigador de un banquero bandido (Daniel Dantas, socio
del City Bank Group en Brasil) a investigado. La nota
defendía, de forma indirecta, el crimen de élite, y penaba a
los funcionarios públicos que querían penalizar a los
empresarios bandidos. Esto es puro palangrismo, cuando
los medios comerciales defienden sus socios sobre
sospecha de crimen financiero.
Todos nosotros quedamos contentos al ver ricos
esposados. El problema es que esa gente nunca queda presa
y sus bienes no son expropiados. Eso lleva a una situación
límite. Lo que restó de la izquierda electoral tiene como
base ideológica un discurso republicano y jacobino. Es un
error. No da para apostar en el conflicto de clases y tener
como referente político a un comisario de policía. En el
caso, el comisario es el muy capaz y honesto Protógenes
Queiroz, enemigo número uno de los bandidos de traje y
corbata. Y, como estos malhechores están sumidos en el
aparato del Estado, el comisario de la PF pasa de
investigador a investigado. Una parte de la izquierda
brasilera, al defender al noble comisario, cambia de héroe.
Sale el Che Guevara y entra en el Sérpico. Así no se
transforma a la sociedad.
Corresponsales del Pueblo - http://ruedadeprensa.ning.com/